La realidad del tiempo | Filosofía de la Naturaleza

En blanco II
arte abstracto
1923, Kandinski

¿En qué consiste la realidad del tiempo en Aristóteles y San Agustín?
Mariano Artigas, en Filosofía de la Naturaleza, resalta que Aristóteles definió el tiempo como el número del movimiento según el antes y el después («numerus motus secundum prius et posterius») -Física IV-. En esta definición se subraya que el tiempo mide cuánto dura un movimiento; por tanto, como medida, el tiempo corresponde a algo real (la duración del movimiento) y, a la vez, implica un sujeto que efectúe la medida. El movimiento posee una cierta cantidad, que es fluyente, continua y sucesiva: no es la cantidad dimensiva relacionada con la extensión, sino una pluralidad de partes sucesivas.


En cuanto que es un continuo, el tiempo presenta analogías con el espacio. Así como el espacio se relaciona con la extensión, el tiempo se relaciona con la duración; y tanto la extensión como la duración son algo real y continuo, que puede ser dividido indefinidamente: siempre se pueden distinguir partes más pequeñas en la extensión y en la duración, sin que eso signifique que existan realmente infinitas partes en acto. Puede decirse que el tiempo es como un accidente del movimiento, ya que es su medida en lo que el movimiento tiene de cantidad sucesiva.
El concepto general de tiempo es un concepto abstracto que supone una ampliación de los conceptos de duración y de relación temporal: engloba todas las duraciones y todas las relaciones temporales. El tiempo abstracto tiene un cierto carácter de totalidad, ya que la mente sitúa en relación con él todos los sucesos, tanto los pasados como los presentes y los futuros. En este contexto, puede decirse que sólo existe realmente el tiempo presente; en efecto, el pasado ya no existe, y el futuro todavía no existe. Esta es la realidad del tiempo, existe esto de ahora, lo pasado dejó de ser y el futuro no es y no tenemos certezas de que será tampoco.
El decano Regis Jolivet afirma que el tiempo es la experiencia de duración, la permanencia en el ser, o de perseverancia en él, pro de un perseverancia que encierra sucesión. Lo que caracteriza a la duración es la sucesión continua de esos cambios. Por ello podemos
resaltar:
    a. el tiempo psicológico, que resulta de las experiencias concretas vividas, y que su rapidez o lentitud depende de la experiencia del ser. Cuando tenemos un accidente, por ejemplo, todo parece ir en “cámara lenta”, o incluso los testimonios de quienes sufrieron accidentes graves con riesgo en sus vidas, afirman que vieron “toda la vida pasar delante suyo en un instante”.
    b. el tiempo imaginario o abstracto, que nos representamos como una línea uniforme en la cual se desarrollan los sucesos del universo. La frase “en el origen de los tiempos” nos da una idea de la antigüedad de la cosa tratada, pero no sabemos cuándo es.
    c. el tiempo objetivo, que hace referencia al tiempo exterior, tomado como término de referencia o unidad de medida de todos los otros tiempos. “Reloj, no marques las horas…” canta Armando Manzanero (composición del mexicano Roberto Cantoral), la “convención tiempo”, podríamos decir es el sistema adoptado en referencia a la magnitud física en el tiempo gregoriano.
Destaco la respuesta de San Agustín a su propia pregunta “¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé”. Esta imposibilidad explicativa, creo, no radica en su incapacidad de comprensión sino de traslación del conocimiento de algo tan complejo, inmaterial y subjetivo. “Lo que sí digo sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado; y si nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría tiempo presente”.
Agustín mira más allá, siempre adentro, siempre al alma, y sostiene que “si, pues, hay algo de tiempo que se pueda concebir como indivisible en partes, por pequeñísimas que éstas sean, sólo ese momento es el que debe decirse presente”, pero también reconoce que el presente no tiene espacio alguno porque está en movimiento constante entre lo que parece futuro y lo que ya es pasado, entonces, “el tiempo no es otra cosa que una extensión; pero ¿de qué? No lo sé, y maravilla será si no es de la misma alma”.
 

El planteo rupturista de la relatividad de Albert Einstein respecto a los autores clásicos

Albert Einstein, al plantear la teoría de la relatividad formula una crítica a la noción de simultaneidad. Busca un procedimiento para observar experimentalmente, es decir, mediante medidas, la simultaneidad de dos sucesos. En el ejemplo de los rayos que caen en una vía y un observador está en línea, quieto, y otro en movimiento en un tren, se observa que la realidad (simultaneidad en este caso) es diferente para cada observador, algo que la ontología del lenguaje utiliza mucho en estos tiempos. La simultaneidad es relativa, cada sistema de referencia tiene su tiempo propio; una indicación de tiempo no tiene sentido si no se indica el sistema de comparación empleado para la medida de tiempo. Por tanto, ya no existe duración, longitud o masas absolutas.
Desde el punto de vista filosófico, podemos formular dos afirmaciones:
    a. la teoría de Einstein es una teoría física, es un análisis puramente empírico, donde se define la simultaneidad desde la medición de la misma, es decir, desde el sistema métrico. La referencia es solamente a la simultaneidad medida, con lo cual es arbitraria y aparente, no llega a lo natural y objetivo.
    b. La teoría de la relatividad, tal como la plantea Einstein carece de fundamento ontológico. Se funda en argumentación matemática, que al pasarlo al plano ontológico es contradictoria, ya que un mismo acontecimiento no puede tener duraciones reales diversas (aunque si se podría admitir duraciones aparentes diversas). Es decir, dos sucesos simultáneos no pueden serlo y no serlo al mismo tiempo.
Einstein plantea una ruptura de la concepción lineal del tiempo con su teoría de la relatividad, el cual ya no es absoluto sino relativo.

Marcelo J. Silvera
🌐@MarceloJSilvera

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