Pequeño ensayo a partir del concepto de Revelación | Teología


Hildegarda de Bingen recibiendo la inspiración divina
(ilustración del códice Rupertsberger,
aprox. 1180).

¿La divulgación del saber como herramienta de la revelación?

Marcelo J. Silvera

¿Qué es la revelación y cómo se une a la tarea del filósofo? Se dice en los manuales de estilo del periodismo, oficio del que proviene el autor de estas líneas, que nunca se titula ni se inicia un artículo con un interrogante, que el periodismo entrega certezas y no dudas. Pero, sin la duda ¿podría alcanzarse cualquier tipo de conocimiento? ¿No es acaso la pregunta el inicio del descubrimiento y el impulso de la filosofía? En este sentido, se intenta en este breve texto dilucidar si la divulgación del saber del filósofo puede ser una herramienta de la revelación, abordando para ello la duda como método de pensamiento.

Resulta aclarativo iniciar cualquier investigación comprendiendo la etimología de las palabras en cuestión. El término “revelar” (revelatio, αποκαλυψις, apocalipsis) significa etimológicamente des-velar, quitar el velo, manifestar algo de orden religioso. “El cristianismo afirma que Dios, en su designio de amor, vino en ayuda del hombre a fin de mostrarle, no un camino, sino “El” camino para llegar plenamente a Él. Ese Camino es Jesucristo. Él es la Palabra personal, única y absoluta de Dios. Por Él Dios nos habló y nos dio a conocer su misterio y su proyecto de salvarnos del pecado y de la muerte, para hacernos partícipes de su propia vida y de su gozo eterno”[1]. Los teólogos distinguen dos modos en que Dios puede revelarse: la Revelación natural y la Revelación sobrenatural.

Pero, ¿qué relación existe entre revelación y saber filosófico? Sería oportuno crear aquí dos convenciones: En primer lugar, la filosofía tiene como base de su esencia la búsqueda del saber, pero no cualquier saber, ni saberes de pacotilla, sino de la verdad. En segundo lugar, el filosofar es la forma de buscar el trascender (no solamente intelectual sino espiritual también). Mediante la revelación divina, Dios se acercó a la humanidad, y con ello acercó la Verdad y el camino para trascender. He aquí el nexo. 

¿Se unen la fe y la razón? “La fe y la razón (Fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo”, así inicia el Fides et ratio Juan Pablo II. Fides et ratio, fe y razón, teología y filosofía. 

¿Todo ser filosofa? El ser no puede evitar su destino de filosofar, porque el pensamiento es inherente al ser mismo, a la esencia misma del ser, lo que lo diferencia de otras creaturas. “El filosofar -entendido como trascender, como comprensión-del-ser- es una fatalidad de la que el hombre en tanto hombre no puede deshacerse, y no hacer filosofía es una radical imposibilidad”[2]. Si ha de buscar el saber, y si esa búsqueda será en el afán de hallar la Verdad, entonces ese buscar no puede estar alejado del camino señalado en la revelación.

“Las palabras de Dios no son en modo alguno como flechas que se disparan desde una emboscada y que nunca se sabe a quién alcanzan” dice Hans Urs von Balthasar (La verdad es sinfónica, 1979, p.17). ¿Acaso alguien fue alcanzado por las flechas de Dios? Una de esas flechas alcanzó a Aurelius Augustinus de Hipona podría decirse, quien habiéndose acercado a las corrientes escépticas y al maniqueísmo, terminaría siendo para la historia San Agustín, tras convertirse al cristianismo al entender que únicamente por revelación divina un ser cambiante (el hombre) podría acceder a algo inmutable como La Verdad[3]. La insaciable curiosidad y la constante búsqueda de la verdad caracterizaron al santo.

Esa búsqueda de la Verdad, es la tarea del filósofo, dijimos.

La divulgación del saber, puede y debe ser herramienta de la revelación en el sentido que San Agustín dio a su propia vida, siendo fuente y motor de la búsqueda de la Verdad como modo de trascendencia personal.


¿Existen velos que deban ser corridos en la actualidad? Si Dios ya se reveló (y es el único que puede revelarse a sí mismo), y se completó la revelación con la llegada de Cristo (Verbo encarnado), se podría intuir que nada queda por hacer. Sin embargo, pensar la “evolución” de la humanidad como un inequívoco de crecimiento intelectual y espiritual sería, al menos, una ingenuidad. Nuevos (viejos) velos parecen cubrir a las sociedades, con engaños que motorizan los sistemas políticos y económicos que deshumanizan, desprecian valores y fomentan el individualismo. Así como Pilato preguntó sin esperar una respuesta ¿qué es la verdad? (Ju 18:38), se vislumbra un no interés en parte de la sociedad. ¿Cómo el filósofo puede ser herramienta de la revelación? Movido por el deseo de descubrir la verdad última sobre la existencia, el hombre trata de adquirir los conocimientos universales que le permiten comprenderse mejor y progresar en la realización de sí mismo[4]Habremos de quitar el velo que oculta la Verdad contenida en la revelación de Dios ante el hombre, como una forma de divulgar el saber que ayude a la humanidad a conocerse a sí misma, a vivir en El camino.


[1] Witenburg, Guillermo (2008). Manual universitario de teología. Buenos Aires: Universidadlibros.

[2] Carpio, Adolfo P. (1974). Principios de filosofía: una introducción a su problemática. Buenos Aires: Glauco.

[3] Pajón Leyra, Ignacio (2002). Fenomenología de la incertidumbre. Madrid: Fundamentos.

[4] Juan Pablo II (1998). Fides et ratio


Marcelo J. Silvera
🌐@MarceloJSilvera


0 comentarios:

Publicar un comentario